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Con la obra “Bioluminiscencia abisal”, Adriana Vargas nos sumerge en un mundo submarino, profundo y muchas veces desconocido.
Nos expone una visión directa de la luz como eje de vida, incluso en la parte más oscura de los océanos, haciéndonos partícipes de un nuevo enfoque de la hermosa cualidad que nos aporta el sistema perceptivo visual.


En un lugar en el que la luz solar no alcanza y las tinieblas se apoderan del espacio, resurge la iluminación gracias a unos procesos químicos generados por el propio cuerpo animal.
Ese continuo enfrentamiento entre luz y oscuridad es un paralelismo conceptual observable en todas las formas de vida: sabiduría y desconocimiento, vida y muerte…
Como dijo Khalil Gibrán, “El arte es un paso desde lo visible yc onocido hacia lo desconocido”(K.Gibrán,1883-1931).


Perder el sentido visual supone la desorientación, pues es el modo más directo que poseemos de conectar con la realidad. Si las propiedades como el color y la luz se merman, y a esto se suma cualquier causa añadida, las sensaciones de alegría y felicidad pueden disminuir, afectando a nuestro estado de ánimo.
En definitiva, ésta obra se podría resumir como un homenaje a la luz centrado en uno de los lugares más ignotos de nuestro planeta: las profundidades marinas
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